miércoles, 21 de diciembre de 2011

El tiempo no es oro, es bronce...




Mira que España es un desastre, ¡somos lo peor! El otro día hablaba con unos guiris que no se podian creer que en España si quedas a cenar a las 22, NADIE absolutamente NADIE estará a esa hora. Todo españolito con su RH en orden, entiende que 22h son a partir de las 2230h, no?


Esa no-puntualidad (o desfachatez) que nos caracteriza ocurre igual en todo el sector servicios en general: si te van a traer un paquete "¿señora va a estar usted en casa desde las 8AM hasta las 21PM?" Como un arresto domiciliario, y a veces tonta de ti, no te especifican el día, y tú sobreentiendes que es mañana pero el jueves ya te vas dando cuenta de que no... (la de la foto sonríe porque es una modelo y eso es un anuncio, esa posibilidad en la vida real no existe).


Por no hablar de plazos en la administración, devolución de impuestos, los años de Anita Obregón... Podemos decir que tenemos otro concepto de la palabra "tiempo".

(aquí Anita Obregón sonríe porque no entiende de qué hablo...)


Eso sí, la única cosa en la que España es puntual a prueba de bombas, que no falla ni en una casa ni un local por todo el territorio peninsular, es en la hora de comienzo de una obra que tenga TU VECINO (en la tuya propia aparecen una semana más tarde, y luego se retrasan otros tres días porque aun no les ha llegado el material...). Siempre que un vecino mío tiene una obra, aprovecho para sincronizar todos los relojes de la casa con el Big Ben, vía la taladradora del capataz. Al primer sonido, 09:00AM UTC/GMT +1.



Y es que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos. La semana pasada se me rompió la tele. Se murió. Dejó de respirar. Y así, sin más, se fundió.


Tras varios intentos fallidos con el desfibrilador descarto cualquier posibilidad de ñapa casera, y llamo a unos ñapas profesionales. Me mandan al "técnico" que viene a por la tele unas cuatro horas más tarde de lo acordado. Pero se han debido confundir porque en su lugar se presenta en mi casa un afable ancianito al que tengo ganas de invitar a tomar un caldito y luego echarnos un dominó. En cualquier caso se lleva la TV que al caso es lo que a mí me importa (su nieto estará malo y con los tiempos que corren no querrá dejar de hacer el trabajo pendiente, me digo a mí misma).


Puntualmente (¡milagro!) al día siguiente me llaman y me cuentan que a la tele no le pasa nada, que a veces les pasa eso, que ha llegado al taller funcionando, pero que no obstante la harán algunas pruebas. Quedan en llamarme al día siguiente.

Martes.
Miércoles.
Viernes.

Siete días mas tarde llamo hecha un basilisco.

- Señora dígame el número de avería que le asignó el técnico que se personó en su domicilio

- ( ¿el técnico? ¿ese afable ancianito realmente era el técnico?) numero 123/11
- ahhhh, ya señora, verá, al televisor no le pasa nada, pero sigue en observación.
- ¿En observación? ¿Asi que lleva una semana en observación? Me está diciendo usted entonces que llevan ustedes una semana VIENDO mi television, no? ¿O es que tienen ustedes una UCI de televisores?

En fin, finalmente quedamos en que el "técnico" me trae la TV a casa otros tantos días más tarde (pa mi que coincidía con el Madrid-Barça y querían ver el partido en una super-plana mientras me seguían facturando horas de trabajo, ya que efectivamente la estarían observando...).


Total que aquí llega nuestro hombre. Que es verle y me dan ganas de darle un Werther's Original para que recuerde su infancia. Como puede me trae la tele hasta el enchufe tras desconfiar de los mismos cables que él mismo dejó en su sitio, decirme que sobraban dos (le indico inmediatamente dónde se colocan, el hombre asiente a regañadientes) y una vez ya colgada en la pared, más ancho que largo me dice el ancianito:

- Bueno, señora, y esto ahora, ¿Cómo se enciende?




En mi cerebro se abre una brecha espacio/tiempo y del estupor, me quedo mirándole fijamente en silencio durante unos 10 segundos...


Sigo mirándole absorta de pupila a pupila cuando descubro que mi dedo se ha ido a pulsar ese botón redondito y gigante que pone ON/OFF. Cuando suena el típico "tiruri" de mi tele cuando se enciende, al abuelete se le pone la misma cara de ilusión que cuando se sacó el carnet de conducir.

Comprobado que todo funciona perfectamente (ahora CREO en los milagros) el señor me pasa la factura. Un chollo. Son 80€ más desplazamiento. Unos ciento y pico. ¡Y me tiene que parecer la bomba! Vamos, el señorín me dice que hay gente que paga 180€, 200€... Que lo mío es una ganga! (en mi cabeza resonaban sin parar las palabras de "a la tele no le pasa nada" "son cientoypico eurazos" "señora, es una ganga...")


En fin sin más comentarios, y con la cartera más flaca, despido al abuelete empezando a reflexionar sobre... Oh oh... Empieza la taladradora de abajo... Me voy al reloj del horno que se me ha desajustado unos minutos...

Hasta pronto pequeñ@s drugos...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajajajajajaja!

carla dijo...

Bravo!

Anónimo dijo...

Por fin de vuelta! Lo que cuentas... Todo, todo y todo es, desgraciadamente, real.

Hoy vuelta al cole, la muerte.

Besos,
Teresa (yo no recuerdo mi contraseña de blogger)